El trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo es un trastorno propuesto por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) en la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM 5). Se incluye en el capítulo de trastornos depresivos, por lo que se trata de un trastorno del estado de ánimo de inicio en la infancia.
Este trastorno se caracteriza, principalmente, por una tendencia a mostrar irritabilidad de forma crónica, grave y persistente. Esta irritabilidad puede manifestarse mediante frecuentes accesos de cólera, generalmente en respuesta a la frustración. Los niños con esta problemática pueden mostrar agresividad, física o verbal, contra otras personas, contra objetos o contra ellos mismos. Cuando decimos «frecuentes» nos referimos a un mínimo de tres veces a la semana. Estos comportamientos tienen una duración mínima de un año y se producen en dos o más contextos (por ejemplo, en casa y en el centro escolar). Estos accesos de cólera no deben confundirse con rabietas típicas a edades tempranas, que tienen lugar en torno a los dos años, sino que son inapropiados para el grado de desarrollo del niño/a.
La irritabilidad también puede manifestarse por la presencia de un estado de ánimo irritable o de enfado crónico, de forma permanente entre los arrebatos de ira. Es decir, el estado de ánimo irritable es algo característico del niño, es apreciable por otras personas de su entorno y no solo una sensación interna y además está presente prácticamente a diario.
Este trastorno se manifiesta antes de los 10 años de edad, pero no se diagnostica en niños menores de 6 años. Es habitual que existan antecedentes como una historia psiquiátrica complicada, así como antecedentes amplios de irritabilidad crónica. Puede incluso que sean niños a los que en el pasado se haya diagnosticado de trastorno negativista desafiante, del que hablamos en otro post. Es frecuente también que se cumplan los criterios del trastorno por déficit de atención/hiperactividad o de un trastorno de ansiedad, o incluso de trastorno depresivo mayor.
Es frecuente que les cueste reconocer las emociones faciales, tomar decisiones y mantener el autocontrol y, con frecuencia, fallan en tareas que requieren utilizar la atención para responder a estímulos emocionales.
Por lo tanto, si tu hijo/a se muestra irritable o enfadado de forma frecuente, cabe la posibilidad de que no sea solo «mal comportamiento». Si crees que sus enfados son demasiado frecuentes, intensos o inapropiados para su edad, no dudes en consultar con un profesional que te asesore y ayude para que tu hijo/a pueda desarrollarse de forma sana.